Hace un mes, el pasado sábado 7 de octubre recién empezaba a amanecer en Medio Oriente cuando el terrorismo volvió a estremecer al mundo, y en particular al pueblo judío. Esa mañana miles de israelíes se despertaron en los kibutz del sur del país, cerca de la Franja de Gaza, con ruidos de disparos, gritos de vecinos, y hombres encapuchados y armados irrumpiendo en los hogares.
En esos momentos, unos 3.000 jóvenes -israelíes y extranjeros- disfrutaban de la música electrónica al aire libre en la fiesta “Tribe of Nova”, en el desierto del Negev, a cinco kilómetros de la frontera con Gaza. Lo que no imaginaba es que esa alegría y clima de festividad en cuestión de minutos se convertiría en una verdadera pesadilla.
Cerca de las seis de la mañana de repente la música se detuvo y lo primero que observaron los jóvenes fueron estelas de cohetes cubriendo el cielo despejado. En apenas unos minutos la escena se volvió todavía más terrorífica: terroristas palestinos de Hamas penetraron la frontera en vehículos, lanchas, e incluso en parapentes, y empezaron una brutal cacería.
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